La cachimba, también conocida como shisha o hookah, se ha popularizado especialmente entre los jóvenes debido a su sabor dulce, su aroma agradable y la creencia errónea de que es menos dañina que otros métodos de consumo de tabaco. Sin embargo, recientes estudios científicos desmienten esta percepción y advierten que su uso puede resultar incluso más perjudicial que el cigarrillo tradicional o los dispositivos electrónicos como el vaper.
A diferencia del cigarrillo, la cachimba se suele consumir durante sesiones que pueden extenderse más de una hora. Durante ese periodo, un usuario puede llegar a inhalar un volumen de humo hasta 100 veces mayor que el de un cigarrillo convencional. Aunque el tabaco pase a través del agua, esta no actúa como filtro efectivo. El humo sigue conteniendo sustancias altamente tóxicas como monóxido de carbono, metales pesados, nicotina y alquitrán.
Expertos en salud pública explican que el vapor aromático produce una falsa sensación de seguridad. El monóxido de carbono liberado en una sola sesión puede equivaler al consumo de varios paquetes de cigarrillos, lo que incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, respiratorias y distintos tipos de cáncer.
El vaper, pese a no ser inocuo, presenta una exposición más reducida a compuestos carcinógenos en comparación con el tabaco de combustión. La cachimba, en cambio, implica combustión constante del carbón que se utiliza para calentar el tabaco, añadiendo toxinas adicionales al humo inhalado. Además, su modo de uso comunitario puede facilitar la transmisión de infecciones bacterianas y víricas por compartir la boquilla.
Las autoridades sanitarias alertan de un incremento notable en el consumo de cachimba en bares y locales de ocio nocturno. Muchas personas la consideran una alternativa social y festiva, sin ser conscientes del impacto real sobre su salud. Médicos y especialistas recomiendan tratar este hábito con la misma preocupación que el tabaquismo tradicional.
La evidencia científica es clara. Fumar cachimba es tan perjudicial o incluso más que fumar cigarrillos o utilizar vapers. La decisión final siempre dependerá del consumidor, aunque resulta imprescindible disponer de información veraz. Elegir proteger la salud es una inversión a largo plazo y conocer los riesgos es el primer paso para tomar decisiones responsables.
